domingo, 16 de octubre de 2011

33 Aniversario Elección de Juan Pablo II

         
          Hoy es un día muy especial para nosotros en el Seminario Menor Juan Pablo II. Un día como hoy, hace 33 años, una fumata blanca anunciaba al mundo que había un nuevo Papa. Veintiséis minutos después el cardenal Pericles Felici comunicaba que el nuevo Pontífice era el cardenal Wojtyla.
          Tras pronunciar el apellido Wojtyla la mayor parte de los católicos del mundo quedaron desconcertados. ¿Quién es Wojtyla?, se preguntaron y algunos llegaron incluso a afirmar que se trataba de un cardenal africano.
          Y es que casi nadie había oído hablar de él, entre otras cosas porque venía de un país comunista, "lejano",como dijo él en su presentación al pueblo católico, cerrado al mundo occidental.
          Ese "extraño" al que pocos conocían, unos minutos después de haber aparecido en el balcón central de la basílica vaticana ya se había ganado a los romanos, habituados a papas italianos durante siglos y siglos.
          Y es que Karol Wojtyla, de 58 años, de aspecto atlético, que había decidido tomar el nombre de Juan Pablo II en honor de su antecesor Juan Pablo I, pasaba a convertirse en el primer Pontífice no italiano desde el holandés Adriano VI (1552).

La anécdota de Wojtyla
          Todas las miradas cayeron en Wojtyla, quien estuvo a punto de no poder entrar en el cónclave. Y es que, según se supo después, Karol Wojtyla había decidido la mañana de ese miércoles visitar el santuario de la Mentorella, a unos 50 kilómetros al este de Roma, y cuando regresaba al Vaticano, a primeras horas de la tarde para entrar en el cónclave, se averió el automóvil en el que viajaba. El motor del turismo se paró y Wojtyla, reloj en mano y nervioso por no llegar a tiempo, no sabía qué hacer. Las dudas le duraron pocos minutos. Karol Wojtyla se fue hacia una carretera cercana y se puso a hacer autostop.
     Paró un bus de línea que le llevó hasta la cercana localidad de Palestrina. Allí pudo tomar otro automóvil y llegar al Vaticano con el tiempo justo para entrar en la Capilla Sixtina.
"Se mi sbaglio, mi corrigerete"
      El "miedo" de un principio de poder decepcionar a los romanos por no hablar bien el italiano desapareció inmediatamente, ya que los capitalinos le acogieron como uno más desde el primer momento. Aquella tarde noche del 16 de octubre de 1978 les dijo: se mi sbaglio, mi corrigerete ("corrígeme si me equivoco"). La respuesta fue "te queremos".

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